Una notoria disminución en el desarrollo de las habilidades lectoras en la primera infancia fue una de las grandes secuelas que dejó el confinamiento obligado a raíz de la pandemia, pues en promedio los colegios y liceos estuvieron entre 30 a 40 semanas cerradas, según cifras de la Unesco.
Fue la familia quien asumió la responsabilidad de educar en casa, organizando tiempos, espacios y prioridades, según las necesidades de cada grupo y las circunstancias que como sociedad enfrentábamos. Por ello, se planteó desde el gobierno entregar orientaciones pedagógicas que apoyaran este aprendizaje limitado por la pandemia, creando un nuevo desafío para la formación de técnicos y profesionales en el área de la Educación Parvularia.